
Sigo deseando compartir con ustedes lo que hago en mi trabajo con la acuarela. En esta ocasión ando pintando un Guayacán. Para los que no conocen qué es un Guayacán, en especial a los que están conociendo un poco más sobre mi país Panamá, puedo decirles que un Guayacán es un árbol muy común de países tropicales, pueden ubicarse en varios localidades desde México hasta Perú, para que tengan un ejemplo.
Lo que hace particular al Guayacán, es el colorido de sus flores. Su inconfundible amarillo pinta los paisajes de una manera única y especial, por eso fue un tema que me pareció perfecto para convertirlo en una obra con acuarela. El tema del color amarillo de un Guayacán es el que hablaré en el próximo artículo, para esta primera parte quiero darles unos datos prácticos para aprender un poco más sobre cómo pintar un árbol, cualquiera que sea su especie. Es que particularmente, los árboles presentan una forma que hace cualquier ensayo de dibujo y pintura, algo muy interesante. Sin darnos cuenta, podemos aprender sobre lo que yo personalmente llamo, la “arquitectura de los árboles”. Mi obra en acuarela siempre tiene algo de arquitectónico, por lo menos eso me han dicho y seguramente responde a mi carrera profesional, por lo que analizar en términos de arte un árbol, puede ayudarme a interpretar estos elementos de la naturaleza como estructuras muy complejas e interesantes, con varios elementos que conforman el volumen que en sí poseen.
Para hacer más sencilla la explicación, aquí les anoto unos datos sobre cómo hacer para empezar a trabajar un árbol con cualquier técnica de dibujo y pintura, aplicable obviamente también, a la acuarela:
1. Lo primero que lógicamente deben hacer, es dibujar un árbol. Parece cosa sencilla, pero para lograr un verdadero realismo, hay que reproducir las hojas de manera que se vea el árbol, tan coposo o abundante, como es. Un consejo bien práctico es dibujar las hojas en pequeños grupos delineados. Ejemplo, si estás reproduciendo por el método de calco la foto de un árbol, marca con un lápiz o marcador, grupos de hojas, a modo de estar creando un conjunto de trazos curvos que sumados todos van a dar la idea de la frondosa copa de un árbol. Esto es más práctico que intentar reproducir hoja por hoja, serían muchas líneas y complicaría al momento de pintar.


3. Al definir el cielo, de inmediato el dibujo cobra más sentido. Ese grupo de hojas delineados en los conjuntos de trazos curvos, tal como les explicaba anteriormente, ya se entiende mejor como un árbol. Es casi un efecto inmediato que sólo se logra aplicando un poco de lógica, ya que el cielo es lo que está detrás de un árbol. El siguiente paso en la estructura de la “arquitectura de un árbol” es definir las ramas. Esto implica un trabajo de pintura de mayor precisión. Aquí es donde un árbol comienza a ser un reto de arte un poco más complejo. Para las ramas, se requieren trazos finos y precisos, por lo que un pincel que nos permita este tipo de líneas, es el ideal. Un pincel delgado y sobre todo, que manejemos con comodidad, es la mejor herramienta para tal fin. Analizar el tema de las ramas va muy de la mano del tipo de árbol que se esté pintando, en el caso del Guayacán, una mezcla de chocolate oscuro con un poco de negro, produce el tono lo suficientemente oscuro para dar la idea de las ramas, sin perder los tonos chocolates propios de la corteza de los árboles.

Un saludo desde Panamá,
Melissa G.